Mi pasaporte
Mi pasaporte

Mi pasaporte

La primera vez que salí del país tenía 19 años recién cumplidos. Era marzo de 2005 y me fui a Roma con una amiga. Creo que fue la primera y única vez que he reservado un viaje a través de una agencia y, aunque con el tiempo y la experiencia comprendí que había sido un error, creo que fue una buena manera de perder el miedo.

Volví a Roma en 2010 y fue como descubrir otra ciudad. Organizar el viaje por mi cuenta, comprender cómo funcionaba el transporte público en la ciudad, saber qué quería visitar y cómo hacerlo… cambio totalmente mi percepción de la capital italiana, la hizo un poco más mía. Casualidades de la vida me llevaron de nuevo a la ciudad en 2012. No hay dos sin tres, dicen.

Ese mismo año, a finales, me fui a París con otra amiga. Esta vez si organizamos nuestro propio viaje, pero pagamos la novatada y nos perdimos cosas que en un viaje posterior, en 2007, sí vi.

En 2006 me quité los ruedines, como quien dice. Aquel verano mi amiga Belén y yo nos fuimos a Italia. No recuerdo cuánto tiempo, creo que estuvimos dando tumbos por el país un mes, aunque pudieron ser perfectamente tres semanas. Aquel viaje perdimos la noción del tiempo y todo el miedo que pudiéramos tener a viajar. Conocí y utilicé Couchsurfing por primera vez en mi vida, conociendo a personas maravillosas por el camino. Me enganché a esa forma de viajar, de casa en casa, de amistad en amistad. De Milán a Venecia, de Venecia a Génova, Pisa, Cinco Tierras, Florencia, Toscana…

Nos gustó tanto aquello que el año siguiente repetimos en Portugal. De Lisboa a Sintra, de Sintra a Lagos y así hasta llegar a Faro, pasando por la preciosa isla de Tavira.

En 2007 también me estrené como host. Recibí a mi primer couchsurfer: Megas, un chico griego con el que aún mantengo amistad. A Megas fui a verle en septiembre de ese mismo año, en un viaje que me llevó de Atenas a Santorini y que incluyó, entre otras cosas, un temporal que nos dejó en Naxos, a medio camino de Mikonos y me hizo perder el primer y único vuelo que he perdido en mi vida, el vuelo que me hizo replantearme para los restos mis rutas de viaje. Desde entonces nunca llego a la ciudad desde la que despego el mismo día que vuelo, siempre intento estar antes. Por suerte, Megas acudió al rescate y nos acogió durante tres días más en su casa. Diez años más tarde y no hemos perdido el contacto, esa es la verdadera magia de Couchsurfing.

En 2008 puse mi primer sello en el pasaporte. Crucé el charco para ir a Nueva York, la ciudad con la que llevaba años soñando. Celebré mi 23 cumpleaños sobrevolando Manhattan. Tres años más tarde, en 2011, volví a la ciudad que nunca duerme. Esta vez acompañé el viaje de una escapada a Washington D.C. Pero, como decía antes, no hay dos sin tres… así que volví a Nueva York en 2014. La ciudad no fue la misma para mí, porque yo ya no era la misma persona. Aquellas tres semanas que pasé recorriendo sola sus calles me ayudaron a comprenderlo. Aproveché para repetir con D.C y para conocer Philadelphia y Boston. No descarto una cuarta visita, algún día. Quizás para conocer la primavera neoyorquina, la única estación que me falta.

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Unos meses más tarde me iba a Londres. Una ciudad que me enganchó hasta el punto de repetir en 2009 una vez y otras dos en 2011 y 2012. Los vuelos low cost a treinta euros, casi menos de lo que cuesta ir del aeropuerto al centro y que hiciera amistad con una londinense ayudaron bastante, todo sea dicho.image

En 2009 llegó la revelación asiática: Japón. Creo que en ese viaje me enamoré absolutamente del continente, de los japoneses y de su cultura. Nunca he estado en un lugar que me haya impactado más que Hiroshima, salvo quizás Auschwitz. Un destino que repetiré, sin duda, sobre todo porque conocí el invierno japonés y me quedó pendiente su primavera.

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Entre 2009 y 2012 llegaron multitud de vuelos low cost que me llevaron a destinos tan variopintos como Berlín, Oporto, Bruselas, Ámsterdam, Marrakech, Dusseldorf, Dublín, Liverpool, Cerdeña, Oxford, Cambridge …

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Durante esos años alojé también a muchos couchsurfers. Dos de ellos cambiaron por completo mi destino viajero: Zohar, de Israel y Andrew, de Los Ángeles. Ambos buenos amigos a día de hoy, hasta el punto de tener una invitación para una boda en Tel Aviv sobre la mesa ahora mismo.

Digo que cambiaron mi rumbo porque en 2012 viajé a un país que jamás habría incluido en mi lista: Israel. Creo que puedo afirmar, sin miedo a equivocarme, que fue uno de los viajes que más me ha enriquecido. No sólo conocí un país del que sabía poco o nada, sino que conocí a la familia de mi amiga Zohar, que me trató como una más y me incluyó en todos y cada uno de los momentos que pude vivir a su lado como a un miembro más. Además, viajé a Jordania y descubrí mi segunda maravilla del mundo: Petra.image

Andrew, por su parte, fue el culpable de que en 2013 organizara mi viaje a la Costa Oeste. Andrew, Vicky, Elsa y Kim, todos amigos que conocí a través de Couchsurfing y que hicieron que Los Ángeles me parezca una ciudad maravillosa, casi tanto como se ve en La la land. Aquel viaje me llevó de San Francisco a Yosemite, de ahí a Mammoth lakes, Death Valley, Las Vegas, El gran cañón, Antelope Canyon, Monumento Valley, mi pequeña ruta 66 y Los Ángeles. Creo que aquel fue el primer viaje que organicé de principio a fin, cuidando hasta el último detalle. También fue mi primer diario de viaje.image

En 2014 me enamoré de y en Lisboa, ciudad a la que volveré tantas veces como sea necesario porque me tiene completamente rendida a sus pies (y a los de cierto restaurante que me vuelve literalmente loca). Es curioso como puedes conocer una ciudad una vez y enamorarte de ella siete años más tarde.

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En 2015 llegó África. Así, a lo grande Tanzania se coló en nuestra cabeza y ya no pudimos quitarnos la idea de ir. Así que tuvimos que comprar un vuelo a Dar Es Salaam y organizar un viaje que nos llevaría de safari por Arusha y a las blancas playas de Zanzíbar.

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Aunque antes, ese mismo año, habíamos estado en Polonia. De Cracovia a Varsovia, pasando por Auschwitz, en Polonia descubrí la maravilla que es la cocina soviética (y su maravilloso precio).

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Me gustó tanto que en 2016 tuve claro el destino que quería: Rusia. Conocí por fin la gran ciudad que es Moscú y la belleza gélida de San Petersburgo. Creo que con la organización de este viaje toqué techo, porque la guía que hice para Rusia es la más completa y detallada que he hecho jamás. Y es algo que no esta nada mal para no tener ni idea de cirílico.

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Rematamos 2016 con mi querida Cuba. Un viaje que se convirtió en un pedacito de historia la misma mañana en que, de camino al aeropuerto, escuchamos que había muerto Fidel Castro. Un país del que es imposible no enamorarse.

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Sólo mi pasaporte sabe que me depara 2017…

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