Sobrevolando el Amazonas (5)
Sobrevolando el Amazonas (5)

Sobrevolando el Amazonas (5)

 

Hoy dejamos Cuzco de manera temporal nuevamente, aunque esta vez nos vamos con las maletas a cuestas y al aeropuerto, ya que volamos a Puerto Maldonado. Betty, la propietaria del hostal, nos ha recomendado que cojamos el autobús Imperial, que pasa justo al final de la calle y llega hasta el aeropuerto, así que allá que vamos. No esperamos ni cinco minutos, enseguida llega un autobús al que paramos. Subimos pero, al ver que llevamos maletas, nos dicen de muy malos modos que no podemos subir con equipaje porque entonces no pueden entrar pasajeros. Esto suena un poco absurdo, no slo porque el autobús va completamente vacío, si no también porque es un autobús que se dirige al aeropuerto, ¿no es lo más lógico que la gente viaje con maletas? Pues nada, nos tenemos que bajar.

Nos quedamos un rato sin saber qué hacer, pero enseguida viene otro Imperial. Los autobuses aquí pertenecen a compañías privadas y cada uno es de su padre y de su madre, tienen rutas fijas, pero los conductores son un equivalente a los taxistas de aquí, así que cada uno tiene sus propias normas. En este no nos dicen absolutamente nada, nos sentamos tranquilamente y nos vamos al aeropuerto. Lo que sí tienen fijado son los precios, que suelen aparecer en una pegatina bien claros, este trayecto en concreto nos cuesta 1 sol por persona.

El trayecto es de aproximadamente media hora, aunque imagino que dependerá del tráfico. Son las 7 de la mañana y ahora mismo no hay mucho jaleo. Cuando llegamos, a la misma parada que el primer día, desayunamos en un puestecito de la calle un bocadillo de aguacate (aquí lo llaman palta) y otro de queso con unos zumos calientes muy ricos, uno de quinoa con manzana y otro de algo llamado ‘wichita’, que no llegamos a saber qué es. El caso es que está muy rico y que apenas nos cuesta 5 soles.

Nuestro vuelo con Star Perú sale dentro de un buen rato, así que nos toca esperar en el aeropuerto. Por suerte el aeropuerto de Cuzco está bastante bien y se nos pasa volando.

El Amazonas desde las alturas

El vuelo hasta Puerto Maldonado apenas dura 30 minutos, pero creo que es una de las cosas más espectaculares que he visto en mi vida, con perdón del Himalaya. Contemplar desde las alturas la inmensidad de la selva amazónica, siendo consciente de su magnitud, es una experiencia única. El río atravesando la selva, con sus formas zigzagueantes y su color marrón destacando en medio de ese verdor infinito… es apabullante. No me quiero despegar de la ventanilla, ni siquiera me doy el permiso de parpadear porque no quiero perderme nada, ni un solo instante de este momento tan especial. (Habíamos pedido dos ventanillas para no discutir :P).

Lo que nos sorprende y preocupa es que hay gente en el vuelo que pasa absolutamente de este espectáculo. Algunos, imaginamos, porque estarán hartos de hacer este trayecto, pero también hay turistas como nosotros que simplemente van mirando sus teléfonos móviles o tablets.

Puerto Maldonado

Cuando llegamos al aeropuerto, aún sobrecogidos por lo que acabamos de vivir, nos encontramos con una terminal pequeñita y muy sencilla. Hace un calor horrible, muy húmedo y pegajoso -todo un contraste total con el clima cusqueño-. Cogemos una moto taxi por 8 soles que nos lleva directamente al hostal.

El hostal Tambopata, que reservamos a través de Booking hace tiempo, nos encanta nada más verlo. Tiene un aire tropical y juvenil muy agradable, con espacios abiertos, piscina y una azotea con buenas vistas de Puerto Maldonado. Las habitaciones son amplias, limpias y muy completas. Perfectas si no fuera por el detalle de que las paredes son mosquiteras -hay cortinas- y la intimidad, por tanto, nula porque se escucha todo.

Dejamos las cosas y hacemos la colada con nuestra superlavadora de viaje (estamos de estreno!). Después de tender aprovechando cada rincón, nos echamos repelente, crema y salimos a la calle. Puerto Maldonado es un pueblecito que ha crecido gracias al turismo. Se ve fácilmente porque está repleto de restaurantes turísticos y agencias que venden tours a la selva. Aunque lo tenemos ya reservado, consultamos en un par de agencias para asegurarnos de que el precio es bueno y nos sorprendemos gratamente al comprobar que, incluso regateando, lo que nos ofrecen es peor que lo que traemos ya contratado.

Entre mariposas

Como el pueblo apenas tiene nada que ofrecer, nos decidimos a visitar el Mariposario que hay junto al aeropuerto. Además, la agencia con la que hemos contratado nuestro tour queda cerca y queremos pasarnos a dejar todo cerrado para mañana. Cogemos de nuevo una moto taxi, esta vez por 7 soles, que nos lleva hasta donde se supone que está la oficina. Pero no está. Nos empezamos a poner nerviosos. El conductor pregunta a varias personas que le dicen que sí, que están ahí, pero en el lugar que nos indican solo hay una especie de garaje en el que no parece haber gente. Empezamos a dar vueltas por la zona. Nuestro conductor está bastante nervioso y nos lo empieza a transmitir. Entonces, pasando por una calle, lo veo: «Tarántula expediciones». Al parecer se habían trasladado hacía poco y, aunque la dirección que teníamos en el correo era la actual, como ni el conductor ni nosotros teníamos acceso a Internet, no habíamos podido buscarla.

Entramos a la agencia  y nos explican todo el plan. Nos recogen mañana en el hotel para iniciar el tour, de dos noches y tres días, necesitaremos crema solar, gafas de sol, botella de agua para rellenar, repelente de insectos, dinero para la entrada al Lago Sandoval y chubasquero. Todo lo demás, comida, agua y botas, lo facilitan ellos.

Desde la agencia nos vamos a pie hasta el Mariposario, que está a unos 10 minutos. Eso sí, 10 minutos bajo un sol terrible y con un calor sofocante. Llegamos sudando la gota gorda.

En el Amazonas se encuentran el 20% de las mariposas del mundo. Te puedes hacer una idea de lo que implica eso: una variedad increíble de formas y colores, realmente espectacular para la vista. El Mariposario tiene muchas especies de mariposas distintas, volando libremente entre las plantas que allí se encuentran. Además, están acostumbradas a los humanos, por lo que se posan con toda tranquilidad sobre tu ropa y es relativamente fácil sacarles una fotografía. Yo, que soy una enamorada de las mariposas, disfruto enormemente con la visita. Me parecen preciosas.

El precio del Mariposario es de 18 soles para adultos y 11 soles para estudiantes.

Un pueblo en medio de la selva amazónica

Cuando acabamos la visita, regresamos al pueblo en moto taxi por otros 7 soles. Nos cuesta un poco más esta vez localizar uno, ya que por esta zona apenas pasan, así que nos toca caminar un poco hasta la carretera principal.

Tras dar una vuelta por el pueblo, nos decidimos a tomarnos un ceviche en un lugar llamado Refugio norteño, una cevichería de la calle Arequipa. Nos sirven de aperitivo algo que llaman leche de tigre, que es algo que al parecer acompaña típicamente al ceviche y que básicamente es caldo de pescado con lima, cebolla, ají y cilantro. A mí el sabor me resulta excesivamente fuerte y no acaba de convencerme, aunque el ceviche está delicioso. Pedimos además un arroz chaufa y dos zumos de maracuyá que están deliciosos.  Nos ponen tanta comida que nos tenemos que llevar parte en un tupper. Comida y cena por apenas 28 soles.

Después de comer (y de dejar el tupper en el hostal), nos vamos a recorrer la ciudad. Llegamos hasta la zona del mercado, donde el cambio es radical. Ya no se ven sitios turísticos, ni turistas, y todo es mucho más local. Sacamos las cámaras para hacer algunas fotos y nos encontramos con que la gente es bastante afable y habladora. Un zapatero incluso nos pide que le hagamos varias fotografías en distintas poses y nos da su contacto para que se las enviemos.

Nos gusta Puerto Maldonado. Es un pueblecito tranquilo y, quitando la zona más céntrica donde se concentra todo, tiene un ambiente bastante real y auténtico.  Esto es lo que nos gusta ver de las ciudades: la vida diaria, las rutinas. Al final los lugares son la gente que los habita y eso es lo que queremos conocer.

Un atardecer selvático

Seguimos caminando hasta el puente que cruza el río Madre de Dios para ver el atardecer. Es la carretera que se dirige a Brasil atravesando el Amazonas, y resulta impresionante ver cómo comienza la selva apenas a unos metros de donde estamos nosotros, cómo la vegetación empieza a mezclarse con la zona urbana  y a espesarse a medida que la presencia de los humanos desaparece. Los colores rojizos del cielo, moldeados por las nubes terminan de dibujar un atardecer de ensueño.

Para finalizar el día, sacamos el dinero que necesitaremos para pagar el tour de uno de los cajeros de la plaza (hay una actividad inusitada en todos los cajeros) y regresamos al hostal para terminarnos lo que nos sobró de la comida y rematarlo con un helado de copoazú, un fruto típico de la zona al que llaman el cacao blanco amazónico, y una cremolada (un granizado).  Después de la cena, D. se da un laaaaaaaaargo baño en la piscina a la luz de las estrellas y nos vamos a dormir.

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