Jerash, un paseo por la Pompeya de Oriente (3)
Jerash, un paseo por la Pompeya de Oriente (3)

Jerash, un paseo por la Pompeya de Oriente (3)

 

Nos levantamos a las seis y cuarto para salir a Jerash a eso de las 7, ya que se tarda una hora y queremos llegar allí a las ocho, antes de que lleguen todos los turistas.

A estas horas no hay mucho tráfico de salida, lo cual es bueno. Por lo que podemos comprobar, en general los jordanos conducen bastante bien, a pesar de no tener carriles definidos en la carretera. Además, hay muchos sitios de café anunciados por niños con bandejas plateadas, que saltan en la carretera de manera repentina, lo cual nos parece bastante peligroso.

Las ruinas de Jerash

Cuando llegamos a Jerash no han llegado ni los guías ni la gente de las tiendas, si no fuera porque la puerta está abierta, parecería que aún están cerrados. Entramos por el el arco triunfal de Adriano, construido en el año 129 d.C en honor al emperador del mismo nombre. Luego pasamos por el circo-hipódromo, zona que ya nos parece bastante inmensa… pero la ciudad es muchísimo más grande: se mezclan templos griegos como el de Artemisa y Zeus, con cosas típicamente romanas como dos teatros semicirculares, un cardo columnado precioso y bastante impresionante, o una fuente para abastecer de agua a la ciudad. Además, tiene una iglesia bizantina… o sus ruinas, claro, que se cree que en algún momento pudo cumplir las funciones de sinagoga porque se han encontrado mosaicos con inscripciones en hebreo.

Jerash es la ciudad romana mejor conservada de Oriente Próximo. Un enclave estratégico, habitado desde hace más de 6.500 años, que formó parte de las diez ciudades más importantes de la zona oriental del imperio romano, la llamada Decápolis. La llaman la Pompeya de Oriente y no es en vano, esta ciudad no estuvo escondida bajo ceniza volcánica, pero sí bajo arena, hasta que hace más de 70 años se iniciaron las excavaciones que descubrieron el complejo que podemos visitar hoy día.

Al principio estamos completamente solos pero después de tres horas ha llegado mucha gente, incluídos varios autobuses con grupos grandes. La verdad es que la diferencia es abismal, de estar solos y tener la ciudad completa para nosotros, a empezar a cruzarnos con grupos enormes a cada paso. Por suerte, ya hemos recorrido todo el complejo, se conoce que los viajes organizados no son de madrugar mucho.

El castillo de Aljún

Nos dirigimos hacia el castillo de Aljun. El GPS nos lleva por un camino rural y entramos a la ciudad en dirección contraria sin darnos cuenta, en medio de un caos tremendo de tráfico. Hay mercadillo y están la mitad de las calles cortadas, es bastante estresante.

El castillo está parcialmente reconstruido, además de una manera un tanto invasiva. Vamos, que parece que acaban de hacerlo, acorde a la arquitectura actual. Algo bastante inquietante. No tiene nada por dentro, así que la visita no es excesivamente apasionante.

El castillo fue construido en el año 1183 por Izz ad-Din Osama, comandante y sobrino del famoso Saladino. La posición era estratégica para defender posiciones entre Siria y Jordania, y para custodiar unas importantes minas de hierro que se encontraban muy cerca.

Después de la visita bajamos hasta el pueblo y nos perdemos por el mercado, donde comemos un sándwich de falafel y hummus. Nos intentan cobrar de más, pese a que hemos traducido la carta con el móvil y vemos claramente los precios. Nos quejamos, y aunque recuperamos la mayor parte del dinero, acabamos perdiendo algo así como un euro… pero no nos apetece seguir con la discusión. Este tipo de cosas nos sientan fatal, pero no es tanto por la cantidad que nos timan, que al final es algo ridículo, sino por la imagen que a nuestro juicio esto da del país a los visitantes. Ese intento cutre de sacarte unos dinares de más, como si fueras idiota, solo por ser extranjero, al final nos habla de gente poco honesta y honrada. Y es una pena, porque estamos seguros de que esto no es lo que define al pueblo jordano, pero al final como turista acabas tratando con quien acabas tratando, y la imagen que te llevas es esa. Esperemos que no pase algo similar en España, porque nos sabría fatal.

Rumbo a Madaba

De Aljún salimos hacia Madaba, la ciudad de los mosaicos. Cuando llegamos está casi todo cerrado, pero podemos visitar la iglesia de San Juan, viendo sus catacumbas bizantinas y pudiendo subir a su torre. Además, en la iglesia hay un funeral, aunque no lo sabemos hasta que, a la salida, nos invitan a un dulce típico y a un bollito, ya que al parecer es tradición dar de comer a los asistentes a los funerales.

También visitamos la iglesia de los apóstoles, donde hay un mosaico enorme. El mosaico lo vemos completamente solos. En un momento dado, el guarda nos cuela por debajo de la valla, echándole agua al mosaico para que los colores contrasten y se vean mejor. Nos pone para hacernos unas fotos y nosotros estamos bastante incómodos porque no queremos estar ahí, pasando tan cerca de un mosaico tan antiguo mientras el guardia lo moja, pero es una situación muy rara y no sabemos cómo reaccionar. Por suerte, llegan otros turistas y aprovechamos para salir mientras el guardia está distraído… aunque, obviamente, llega a tiempo de pedirnos la correspondiente propina y, cómo no, de indignarse porque no le damos algo que satisfaga sus expectativas.

Después paseamos por el centro y nos damos cuenta de que el Parque arqueológico, que se supone que estaba cerrado, en realidad está abierto, así que aprovechamos para visitarlo. Dejamos la iglesia de San Jorge para mañana, que esa sí que está cerrada.

La verdad es que los horarios de los sitios turísticos aquí en Jordania son bastante caóticos, es imposible fiarse de lo que dicen en Internet porque luego la realidad es otra completamente distinta.

La ciudad es muy pequeñita y tiene poca vida. Compramos un kunafe y pasta de dátil, aunque esta para llevar. Después unos señores nos recomiendan un restaurante y vamos allí a comer, donde probamos un humus y un plato llamado fukharat que está increíble.